MISTERIOS DE GLORIA CON LOS PASTORCITOS DE FÁTIMA





Santo Rosario.


Por la señal... 

Señor mio, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío,
por ser Vos quién sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido.
Propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocaciones de ofenderos, confesarme y, cumplir la penitencia que me fuera impuesta.
Ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y, así como lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, que los perdonareis, por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me dareis gracia para enmendarme, y perseverar en vuestro santo amor y servicio, hasta el fin de mi vida. Amén



Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciocísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes con los que El es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.



MISTERIOS GLORIOSOS

  1. La resurrección del Señor
«Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.»


 Oh Santísima Trinidad, ¡yo Os adoro! ¡Dios mío, Dios mío, yo Os amo en el Santísimo Sacramento! 

En Cristo, la muerte fue vencida para siempre. Para aquel que cree en Jesús, la muerte es paso para la vida plena, definitiva.
Nos espera el cielo, como se puede leer en la introducción a la 4ª Memoria: “En verdad, no soy más que el pobre y miserable instrumento de que Dios se quiere servir y que dentro de poco, como el pintor que arroja al fuego el pincel inutilizado, para que se reduzca a cenizas, así el Divino Pintor hará reducir a las cenizas de la tumba su inutilizado instrumento, hasta el gran día de las aleluyas eternas. Y yo deseo ardientemente este día, porque la tumba no aniquila todo, y la felicidad del amor eterno e infinito comienza ya”. (MIL I, pág. 134-135).

Pidamos para los cristianos de hoy una fe viva en la resurrección de Cristo y en su propia resurrección, en Cristo y con Cristo.


2. La Ascensción del Señor

«Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.»

 Oh Santísima Trinidad, ¡yo Os adoro! ¡Dios mío, Dios mío, yo Os amo en el Santísimo Sacramento! 

Los primeros discípulos vivían en la seguridad de que Jesús estaba con ellos y era siempre su compañero de viaje.
Un domingo, Jacinta fue con Lucía a comer a casa de José Alves, de Moita. Después de la comida, Jacinta empezó a cabecear. El dueño de la casa mandó que la acostasen en su cama. Pasado un buen rato fueron a verla: dormía profundamente “con una sonrisa en los labios, un aire angelical, las manos levantadas”…
Francisco sonreía siempre y era amable con toda la gente. Las personas que lo visitaban, se sentaban al lado de su cama, a veces, largo tiempo, y decían: “¡No sé qué tiene Francisco! La gente se siente muy bien aquí.
La simple vista de Jacinta y de Francisco elevaba el pensamiento de las personas hacia la Madre del Cielo y para la eternidad”. (MIL I, 188-189).

Pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen Santa María, que la llama de la fe nunca se apague en la vida de los discípulos de Cristo y que ella se encienda, ilumine y caliente los corazones de aquellos que aun no conocen al Salvador.


3. La venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en torno a la Virgen María

«Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.»

 Oh Santísima Trinidad, ¡yo Os adoro! ¡Dios mío, Dios mío, yo Os amo en el Santísimo Sacramento! 

Entonces los Apóstoles salieron a la calle y anunciaron a Cristo vivo y resucitado. 
En vísperas de su primera comunión, Lucía fue a la Iglesia de Fátima a hacer su primera confesión. Al llegar, dijo a la madre que se quería confesar al sacerdote de fuera. En la confesión, ese sacerdote, que era el P. Cruz le dijo: “Hija mía, tu alma es el templo del Espíritu Santo. Guárdala para siempre pura, para que él pueda continuar en ella su acción divina”. Lucía preguntó al confesor como debía hacer. Él respondió: “De rodillas, ahí, a los pies de Nuestra Señora, pídele, con mucha confianza, que tome nota de su corazón, que lo prepare para recibir mañana dignamente a su querido Hijo y que lo guarde para Él solo”. (MIL I, pág. 70-71).

Pidamos para los cristianos de hoy igual coraje, valentía semejante a la de los Apóstoles, para que sean en el mundo anunciadores del Evangelio de Cristo Salvador.


4. La Asunción de la Virgen en cuerpo y alma al cielo.

«Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.»

 Oh Santísima Trinidad, ¡yo Os adoro! ¡Dios mío, Dios mío, yo Os amo en el Santísimo Sacramento! 

 La vida de María sobre la tierra fue una vida de total docilidad a Dios y a su voluntad. Vivió toda para Jesús y estuvo unida a Él, como nadie, en su Pasión y Muerte en la Cruz; por eso, fue asociada a su glorificación.
Un día, la madre (de Jacinta) le llevó una taza de leche y le dijo que la tomase. “No quiero, madre –respondió, alejando con la mano la taza”. Lucía, después de que quedaran solas, le preguntó: “¿Cómo desobedeces así a tu madre y no ofreces este sacrificio a Nuestro Señor?” Al oír esto, Jacinta dejó caer algunas lágrimas (…) y dijo: “¡Ahora no me acordé!” Y llama a la Madre, le pide perdón y dice que toma todo cuanto ella quisiera. La madre le trae la taza de leche, lo toma sin mostrar la más leve repugnancia” (MIL I, pág. 58-59). 

Pidamos, por intercesión de la Señora de la Asunción, la gracia de, en el camino de la vida, nunca olvidarnos la meta que nos espera, el cielo, y de vivir como verdaderos discípulos, poniendo en práctica el mandamiento del Amor que Cristo nos dejó. 


5. La Coronación como Reina y Señora de todo lo creado. 

«Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.»

 Oh Santísima Trinidad, ¡yo Os adoro! ¡Dios mío, Dios mío, yo Os amo en el Santísimo Sacramento! 

 María fue asociada a la gloria de su Hijo y coronada Reina del Cielo y de la Tierra, Reina de los Ángeles y de los Hombres.
Un día, cuando Francisco y Jacinta ya estaban enfermos, Jacinta mandó llamar a Lucía y le dijo: “Nuestra Señora nos vino a ver y dijo que vendría a buscar a Francisco en breve para el Cielo. Y a mi me preguntó si quería convertir aún a más pecadores. Le dije que si. Me dijo que iría para un hospital, que allí sufriría mucho; que sufriese por la conversión de los pecadores, en reparación de los pecados contra el Inmaculado Corazón de María y por amor de Jesús”. (MIL I, pág. 59-60).

Pidamos la gracia de también nosotros dejarnos cautivar por el amor misericordioso y reparador, tal como Jacinta, y de conservar siempre una gran confianza en la Virgen María, que es nuestra mejor intercesora.



Por las Intenciones del Santo Padre:
Padre Nuestro, Ave María (3), Gloria…


Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén


Letanías al Inmaculado Corazón de María

Señor, ten piedad...
Cristo, ten piedad...
Señor, ten piedad...
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos
Dios Padre celestial,
Ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo Redentor del mundo,
Ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo
Ten misericordia de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios,
Ten misericordia de nosotros.

(La respuesta será : ruega por nosotros)
Santa MaríaCorazón Inmaculado de María,
Corazón de María
, lleno de gracia
Corazón de María, vaso del amor más puro
Corazón de María, consagrado íntegro a Dios
Corazón de María, preservado de todo pecado
Corazón de María, morada de la Santísima Trinidad
Corazón de María, delicia del Padre en la Creación
Corazón de María, instrumento del Hijo en la Redención
Corazón de María, la esposa del Espíritu Santo
Corazón de María, abismo y prodigio de humildad
Corazón de María, medianero de todas las gracias
Corazón de María, latiendo al unísono con el Corazón de Jesús
Corazón de María, gozando siempre de la visión beatífica
Corazón de María, holocausto del amor divino
Corazón de María, abogado ante la justicia divina
Corazón de María, traspasado de una espada
Corazón de María, coronado de espinas por nuestros pecados
Corazón de María, agonizando en la Pasión de tu Hijo
Corazón de María, exultando en la resurrección de tu Hijo
Corazón de María, triunfando eternamente con Jesús
Corazón de María, fortaleza de los cristianos
Corazón de María, refugio de los perseguidos
Corazón de María, esperanza de los pecadores
Corazón de María, consuelo de los moribundos
Corazón de María, alivio de los que sufren
Corazón de María, lazo de unión con Cristo
Corazón de María, camino seguro al Cielo
Corazón de María, prenda de paz y santidad
Corazón de María, vencedora de las herejías
Corazón de María, de la Reina de Cielos y Tierra
Corazón de María, de la Madre de Dios y de la Iglesia
Corazón de María, que por fin triunfarás

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
Perdónanos Señor
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
Escúchanos Señor
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
Ten misericordia de nosotros.

V. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
R. Para que seamos dignos de alcanzar la promesas de Nuestro Señor Jesucristo



Oremos
Tú que nos has preparado en el Corazón Inmaculado de María una digna morada de tu Hijo Jesucristo, concédenos la gracia de vivir siempre conformes a sus enseñanzas y de cumplir sus deseos. Por Cristo tu Hijo, Nuestro Señor. Amen



Salve Regina...






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