Rezando los Misterios Dolorosos con San Juan XXIII




 Santo Rosario


Por la señal... 


Señor mío Jesucristo…


MISTERIOS DOLOROSOS


  1. La Oración de Jesús en el Huerto

“La escena de Getsemaní nos conforta y anima a realizar un esfuerzo voluntario de aceptación. La aceptación incondicional del sufrimiento, cuando es Dios quien lo quiere o permite: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Palabras que desgarran y curan, porque enseñan a qué grado de fervor puede y debe llegar el cristiano que sufre, unido a Cristo que sufre. Ellas nos dan, como en última pincelada, la certeza de méritos inefables, el merecimiento de la vida divina para nosotros, vida palpitante hoy en nosotros por la gracia, mañana en la gloria.”


2. La flagelación de Jesús atado a la columna.

“De aquí se desprende una valiosa enseñanza para todos. No estaremos llamados al martirio sangriento; pero a la disciplina constante y a la diaria mortificación de las pasiones, sí. Por este medio, verdadero “Via Crucis” de cada día, inevitable, indispensable, que en ocasiones puede incluso llegar a ser heroico en sus exigencias, se llega paso a paso a una semejanza cada vez más estrecha con Jesucristo, a la participación en sus méritos, a la ablución por su sangre inmaculada de todo pecado en nosotros y en los demás. No se llega a esto por fáciles exaltaciones, fanatismo, ojalá inocente, jamás inofensivo.
             La Madre, dolorida, lo vio así de flagelado. Pensemos con qué  amargura. Cuántas madres querrían poder gozar del éxito en la perfección de sus hijos, dispuestos, iniciados por ellas en la disciplina de una buena educación, en una vida sana, y en cambio tienen que llorar la pérdida de tantas esperanza, el dolor de que tantos afanes se hayan perdido.”


3. La coronación de espinas

“Es el misterio cuya contemplación se ajusta mejor a aquellos que llevan el peso de graves responsabilidades en el cuidado de las almas y en la dirección del cuerpo social; por tanto, el misterio de los Papas, se los Obispos, de los Párrocos; el misterio de los gobernantes, de los legisladores, de los magistrados. También sobre su cabeza hay una corona en la cual está, sí, una aureola de dignidad y de distinción, pero que por ello mismo pesa y punza, procura espinas y disgustos. Donde está la autoridad no puede faltar la cruz, a veces de la incomprensión, la del desprecio, o la de la indiferencia y la de la soledad. ”


4. Nuestro Señor con la cruz a cuestas camino del Calvario

“Contemplando a Jesucristo que sube al Calvario, aprendemos, antes con el corazón que con la mente, a abrazarnos y besar la cruz, a llevarla con generosidad, con alegría, según las palabras del Kempis: “En la cruz está la salvación, en la cruz la vida, en la cruz está la defensa contra los enemigos, en ella la infusión de una suavidad soberana”.
            ¿Y cómo no extender nuestra oración a María, la Madre dolorosa que siguió a Jesús, con un espíritu de total participación en sus méritos, en sus dolores?”


5. La crucifixión y muerte del Señor

“Vida y muerte representan los dos puntos preciosos y orientadores del sacrificio de Cristo: desde la sonrisa de Belén que quiere abrirse a todos los hijos de los hombres en su primera aparición en la tierra, hasta el suspiro final que recoge todos los dolores para santificarnos, todos los pecados para borrarlos. Y María está junto a la cruz, como estaba junto al Niño de Belén.
Recemos a esta piadosa Madre a fin de que Ella misma ruegue por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte.
Aquí está iluminado también el gran misterio de los pecadores obstinados, de los incrédulos, de aquellos que no recibieron ni recibirán la luz del Evangelio, que no sabrán darse cuenta de la sangre vertida por ellos también, por el Hijo de Dios.”




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