Mes de María, día 21




Santo Rosario

Por la señal... 


Señor mío Jesucristo…


Oración inicial: ¡Oh María!, durante el bello mes que te está consagrado todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.
Para honrarte hemos esparcido frescas flores a tus pies y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes; hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Éstas son las que Tú esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies es la de sus virtudes.
Sí, los lirios que tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones. Nos esforzaremos pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas, aún la sombra misma del mal.
La rosa cuyo brillo agrada a tus ojos es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos pues, los unos a los otros como hijos de una misma familia cuya madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal.
En este mes bendito procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros humildes, caritativos, pacientes y resignados.
¡Oh María!, has producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes. Que ellas broten, florezcan y den al fin fruto de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y de la mejor de las madres.
Amén


MISTERIOS GLORIOSOS

  1. La resurrección del Señor
Salve, Rey Crucificado por amor; besamos de rodillas la púrpura de tu realeza, tu sangre, ese manto escarlata que envuelve tus espaldas destrozadas y tu cuerpo todo hecho una llaga viva para curar la lepra de nuestros pecados, para borrarlos en la piscina de tu Corazón. ¡Salve, Rey de amor! 
Ni los ángeles vestidos de luz de gloria ni Salomón en toda su majestad terrena, fueron, ¡oh jamás!, tan hermosos, tan grandes, tan conquistadores en gracia y en belleza soberanas como Tú, Rey Crucificado, como Tú, Jesús, Dominador de las naciones con el resplandor suavísimo de tus cinco llagas, que más que soles son y quedarán cinco cielos en que nos embriagaremos tus súbditos, tus hijos y tus apóstoles en aquel reinado que no tendrá fin. ¡Salve, Rey de amor!  (Padre Mateo Crawley-Boevey)


2. La Ascensión del Señor

Jesús se proclamó Rey de las almas, y tomando posesión de la tierra con tu sangre, la declaró peana de su trono el Viernes Santo... Pero su Resurrección y después su Ascensión a los cielos no nos arrebató a este Rey Divino... Antes de morir había edificado ya su Palacio de Gobierno y éste es indestructible... ¡el Sagrario! Desde él dirige y gobierna el mundo de las almas y de la Iglesia, nuestro Rey Sacramentado... Más amor, más amor, más amor, pide Él en su silencio sacramental; y la Iglesia, sobre todo desde Pío X, pide más Eucaristía en el comulgatorio... más Eucaristía en la predicación y en la escuela... más Eucaristía en la familia... y en la vida... La audiencia diaria está concedida... el Palacio del Sagrario abierto de par en par y el Rey en su trono aguarda con anhelos divinos a los numerosísimos invitados al banquete... ¡Pero, ay, muchos son los llamados y pocos los hambrientos de Jesús-Eucaristía! (Padre Mateo Crawley-Boevey)


3. La venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en torno a la Virgen María

Si la tierra ingrata, del uno al otro polo, pudiera oírnos y quisiera hacer el eco ferviente, clamorosa a estas aclamaciones nuestras... Mas, no..., nos basta que las escuchen complacidos, el Padre que nos envía a este Rey-Divino, y el Espíritu Santo que lo ungió desde todos los siglos..., nos basta que Cristo-Rey acepte el Hosanna de estos los muy suyos, los que forman la escolta de amigos y apóstoles, de los que gustosos darían la vida por añadir al esplendor de su diadema el florón de una sola alma, conquistada para sus dominios eternos... Pero Él que nos ha oído y que nos ha bendecido, quiere hablarnos un instante; escuchémoslo de rodillas: que hable el Rey a su guardia de honor…    (Padre Mateo Crawley-Boevey)


4. La Asunción de la Virgen en cuerpo y alma al cielo.

 Por las lágrimas de María, por las mortales angustias de esa Madre Dolorosa, reina, Jesús, amor de nuestros amores, en aquellos hogares del todo tuyos, donde si no faltan dolores y cruces, éstas son recibidas como un don de tu misericordia, porque Tú eres ahí el Rey y el Amigo íntimo, porque tu Corazón es en esa Betania el centro y el todo de esos hogares dichosos... Cada uno de ellos es un oasis en el desierto, ahí descansas entre amigos del alma, ahí los padres y los hijos son tu diadema, ahí mandas con imperio absoluto, ahí no hay más que una ley: la de amarte, la de hacer tu voluntad, la de darte inmensa gloria. Bendice y colma esas familias, multiplícalas en esta hora solemne, Rey de amor... ¡Por María Inmaculada, sálvanos en tu adorable Corazón!  (Padre Mateo Crawley-Boevey)


5. La Coronación como Reina y Señora de todo lo creado. 

¡María Inmaculada, Emperatriz del Cielo, reina muy amada de la tierra, Virgen Madre, precursora de luz y de esperanza del Rey de amor, preparadle el trono en nuestra Patria, que Jesús reine en nuestro pueblo, que inspire Él, Sol de justicia y de verdad, nuestras instituciones y leyes, que nuestra nación sea, oh María, la peana del trono de Cristo-Rey! 
Y ahora, acércate, Monarca adorable ya aquí en medio de los tuyos, estrechándote tus hijos recibe de su mano la diadema que quisieron arrebatarte los que, siendo polvo de la tierra, se llaman poderosos, porque en tu humildad, creen injuriarte de más alto... 
Adelántate triunfante en esta ferviente congregación de hermanos... No borres las heridas de tus pies ni de tus manos... No abrillantes, no hermosees, deja ensangrentada tu cabeza... ¡Ah!, y no cierres, sobre todo; deja abierta la profunda y celestial herida de tu pecho... Así, Rey de sangre así..., cubierto con esa púrpura de amor y con la túnica de todos los oprobios..., sin transfigurarte..., Jesús, el mismo de la noche espantosa del Jueves Santo, preséntate, desciende y recoge el hosanna de esta guardia de honor que vela por la gloria del Corazón de Cristo Jesús, su Rey!  (Padre Mateo Crawley-Boevey)


Oración final: ¡Oh María, Madre de Jesús nuestro Salvador y nuestra buena madre! Nosotros venimos a ofrecerte con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de agradecerte y solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio.
Dígnate presentarnos a tu Divino Hijo que, en vista de sus méritos y a nombre su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud, que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error; que vuelvan hacia Él y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará en su corazón y el tuyo.
Que convierta a los enemigos de tu Iglesia, y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de tu ardiente caridad; que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanza para el porvenir.  Amén



"Sub Tuum Praesidium" 

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!.


“Sancte Michael Archangele”

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén.




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