Mes de María, día 5



Santo Rosario

                                                                                                                          
Por la señal... 


Señor mío Jesucristo…


Oración inicial: ¡Oh María!, durante el bello mes que te está consagrado todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.
Para honrarte hemos esparcido frescas flores a tus pies y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes; hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Éstas son las que Tú esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies es la de sus virtudes.
Sí, los lirios que tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones. Nos esforzaremos pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas, aún la sombra misma del mal.
La rosa cuyo brillo agrada a tus ojos es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos pues, los unos a los otros como hijos de una misma familia cuya madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal.
En este mes bendito procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros humildes, caritativos, pacientes y resignados.
¡Oh María!, has producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes. Que ellas broten, florezcan y den al fin fruto de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y de la mejor de las madres.
Amén


Santo Rosario


Por la señal... 


Señor mio, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío,
por ser Vos quién sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido.
Propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocaciones de ofenderos, confesarme y, cumplir la penitencia que me fuera impuesta.
Ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y, así como lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, que los perdonareis, por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me dareis gracia para enmendarme, y perseverar en vuestro santo amor y servicio, hasta el fin de mi vida. Amén



Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciocísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes con los que El es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.
                                                                                    


MISTERIOS DOLOROSOS

  1. La Oración de Jesús en el Huerto
«Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.»

 Oh Santísima Trinidad, ¡yo Os adoro! ¡Dios mío, Dios mío, yo Os amo en el Santísimo Sacramento! 


Del Evangelio de S. Mateo 26, 39
 Jesús (…) cayó rostro en tierra, orando y diciendo: “Padre, si es posible, aparta de mi esta Cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la Tuya”

Jesús estaba envuelto en tristeza mortal, sentía el abandono de sus amigos y el horror delante de la muerte que se avecinaba, pero se entregó a la voluntad del Padre.
Cuenta Lucía: “Un día, mi padre y mi tío fueron intimidados para presentarnos (en la administración en Vila Nova de Ourem). Mi tío dijo que no llevaba a sus hijos (…), mi padre (…) dijo: “A la mía la llevo, ella que se arregle allá con ellos, que yo aquí de estas cosas no entiendo nada” (MIL I, pág. 51). Lo que más hacía sufrir a Lucía era la indiferencia que sus padres mostraban por ella. Rezaba así al Señor: “Paciencia (…), así, tengo la dicha de sufrir más por tu Amor, oh mi Dios, y por la conversión de los pecadores”. (MIL I, pág. 89).

Pidamos que en la escuela de María, los cristianos aprendan a decir siempre sí a la voluntad del Padre, incluso cuando experimentan el abandono de los amigos o en los momentos más dolorosos de la vida.

Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria…


¡Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre principalmente a las más necesitadas! 


2. La flagelación de Jesús atado a la columna.

 «Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.»

 Oh Santísima Trinidad, ¡yo Os adoro! ¡Dios mío, Dios mío, yo Os amo en el Santísimo Sacramento! 


Del Evangelio de S. Juan 18,28.38.19,1
Llevaban a Jesús a Pilatos, que lo interrogó, habiendo declarado: “No encuentro en él ningún crimen de muerte. Voy a castigarlo y después lo soltaré”. Pilatos mandó azotar a Jesús. A pesar de no encontrar crimen alguno en Jesús, Pilatos lo mandó flagelar.

Lucía cuenta lo que le sucedió en la Administración, en Ourem: “Fui interrogada por el administrador”. Él quería, a toda costa “que le revelase el secreto y que le prometiese no volver más a Cova de Iría. Para conseguir esto, no ahorró en promesas y, por fin, llegaron las amenazas. Viendo que no conseguía nada, me despidió protestando que lo iba a conseguir, aunque para eso tuviese que quitarme la vida” (MIL I, )

Pidamos, por intercesión de la Virgen de Fátima, la fuerza del Espíritu Santo, para nuestras comunidades cristianas para que permanezcan fieles al amor de Dios y sean en el mundo una señal luminosa de Cristo. 

Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria…


¡Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre principalmente a las más necesitadas! 


3. La coronación de espinas

 «Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.»

 Oh Santísima Trinidad, ¡yo Os adoro! ¡Dios mío, Dios mío, yo Os amo en el Santísimo Sacramento! 

 Del Evangelio de S. Juan  19,2-5
“Los soldados llevaron a Jesús para el pretorio, entrelazaron una corona de espinas y se la clavaron en la cabeza (…). Le daban bofetadas y lo ridiculizaban. Los soldados inflingían a Jesús todo tipo de vejaciones y afrentas”.

A Jacinta, en la prisión de Ourem, lo que más le costaba era el abandono de los padres; y decía con las lágrimas corriendo por su cara: “Ni tus padres ni los míos nos vinieron a ver”. (…) “No llores -le dijo Francisco- se lo ofrecemos a Jesús, por los pecadores”. Y levantando los ojos y las manitas al Cielo, hizo él el ofrecimiento: “Oh mi Jesús, es por vuestro amor y por la conversión de los pecadores”. Y Jacinta continuo: “Es también por el Santo Padre y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María”. (MIL I, 51-52).

Pidamos, por intercesión de María, la gracia de que nuestros corazones se liberen de todo el resentimiento, a nadie condenemos y aceptemos con sentido reparador los sacrificios que la vida comporta.

Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria…


¡Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre principalmente a las más necesitadas! 


4. Nuestro Señor con la cruz a cuestas camino del Calvario

«Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.»

 Oh Santísima Trinidad, ¡yo Os adoro! ¡Dios mío, Dios mío, yo Os amo en el Santísimo Sacramento! 

Del Evangelio de S. Lucas 23, 23-26  
“Los judíos insistían con altos gritos, pidiendo que Jesús fuese crucificado. Pilatos les entregó a Jesús. Cuando lo iban conduciendo, obligaron a Simón de Cirene a llevar la cruz detrás de Jesús.”

El Cireneo ayudó a Jesús a llevar la cruz, al principio, contrariado, pero en breve se dejó cautivar por Jesús. Los presos de la cadena de Ourem, al ver a Jacinta, bañada en lágrimas, quisieron consolarla a ella, al hermano y a la prima. Y todo lo hicieron para suavizar su dolor y amargura: cantaron, bailaron y hasta rezaron con ellos.
Uno de ellos, queriendo mucho librar a los pastorcitos de aquella situación dolorosa, les hizo esta sugerencia: “Pero vosotros, digan allá al Sr. Administrador ese secreto. ¿Qué les importa que esa Señora no quiera?” Y Jacinta respondió con vivacidad: “¡Eso no! Antes quiero morir”. (MIL I, pág. 52). Era la máxima fuerza, en la máxima fragilidad.

 Supliquemos, a través de María, la gracia de los cristianos a aprender a buscar en el Señor la fuerza para su flaqueza.

Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria…


¡Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre principalmente a las más necesitadas! 



5. La crucifixión y muerte del Señor

«Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.»

 Oh Santísima Trinidad, ¡yo Os adoro! ¡Dios mío, Dios mío, yo Os amo en el Santísimo Sacramento! 


Del Evangelio de San Lucas 23, 33-46
 “Ya clavado en la cruz, Jesús decía: Perdónales, Padre, porque no saben lo que hacen. Y gritando con voz fuerte, exclamó: “Padre, en tus manos, encomiendo mi espíritu”. Y expiró.”

 En su oración, Jesús exprimió su condición filial en relación al Padre y a su misión de misericordia a favor de los hombres.
Un día, Lucía y Jacinta jugaban a las prendas en casa de los padres de Lucía. Esta ganó y mandó a Jacinta besar y abrazar a Nuestro Señor. (Era un crucifijo que estaba colgado de la pared). Jacinta corrió a buscarlo. Lo besó y lo abrazó con tanta devoción que Lucía nunca más olvidaría aquella acción”.
Jacinta, después, al oír contar la historia de la pasión de Jesús, se enterneció y lloró. Y decía: “Yo no voy a hacer nunca ningún pecado. No quiero que Nuestro Señor sufra más”. (MIL I, pág. 40).

Pidamos, por intercesión de María, la gracia de los cristianos de tener un corazón capaz de enternecerse delante del infinito amor de Jesús en la cruz y de llorar los propios pecados y los de la humanidad.

Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria…


¡Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre principalmente a las más necesitadas! 


Por las Intenciones del Santo Padre:

Padre Nuestro, Ave María (3), Gloria…



Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén



Letanías al Inmaculado Corazón de María

Señor, ten piedad...
Cristo, ten piedad...
Señor, ten piedad...
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos
Dios Padre celestial,
Ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo Redentor del mundo,
Ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, 
Ten misericordia de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios,
Ten misericordia de nosotros.

(La respuesta será : ruega por nosotros)
Santa María, Corazón Inmaculado de María,
Corazón de María, lleno de gracia
Corazón de María, vaso del amor más puro
Corazón de María, consagrado íntegro a Dios
Corazón de María, preservado de todo pecado
Corazón de María, morada de la Santísima Trinidad
Corazón de María, delicia del Padre en la Creación
Corazón de María, instrumento del Hijo en la Redención
Corazón de María, la esposa del Espíritu Santo
Corazón de María, abismo y prodigio de humildad
Corazón de María, medianero de todas las gracias
Corazón de María, latiendo al unísono con el Corazón de Jesús
Corazón de María, gozando siempre de la visión beatífica
Corazón de María, holocausto del amor divino
Corazón de María, abogado ante la justicia divina
Corazón de María, traspasado de una espada
Corazón de María, coronado de espinas por nuestros pecados
Corazón de María, agonizando en la Pasión de tu Hijo
Corazón de María, exultando en la resurrección de tu Hijo
Corazón de María, triunfando eternamente con Jesús
Corazón de María, fortaleza de los cristianos
Corazón de María, refugio de los perseguidos
Corazón de María, esperanza de los pecadores
Corazón de María, consuelo de los moribundos
Corazón de María, alivio de los que sufren
Corazón de María, lazo de unión con Cristo
Corazón de María, camino seguro al Cielo
Corazón de María, prenda de paz y santidad
Corazón de María, vencedora de las herejías
Corazón de María, de la Reina de Cielos y Tierra
Corazón de María, de la Madre de Dios y de la Iglesia
Corazón de María, que por fin triunfarás

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
Perdónanos Señor
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
Escúchanos Señor
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
Ten misericordia de nosotros. 

V. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
R. Para que seamos dignos de alcanzar la promesas de Nuestro Señor Jesucristo


Oremos
Tú que nos has preparado en el Corazón Inmaculado de María una digna morada de tu Hijo Jesucristo, concédenos la gracia de vivir siempre conformes a sus enseñanzas y de cumplir sus deseos. Por Cristo tu Hijo, Nuestro Señor. Amen


Salve Regina...


Oración final: ¡Oh María, Madre de Jesús nuestro Salvador y nuestra buena madre! Nosotros venimos a ofrecerte con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de agradecerte y solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio.
Dígnate presentarnos a tu Divino Hijo que, en vista de sus méritos y a nombre su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud, que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error; que vuelvan hacia Él y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará en su corazón y el tuyo.
Que convierta a los enemigos de tu Iglesia, y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de tu ardiente caridad; que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanza para el porvenir.  Amén




Día 5

¡No temáis! Soy en Ángel de la Paz. Orad conmigo.
Y arrodillándose en la tierra, inclinó la frente hasta el suelo. 
– Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.   (Primera Aparición del Angel, Primavera de 1916)


Tema: La Confesión  (“O pido perdón”)

San Juan Pablo II nos explica en su exhortación apostólica Reconciliación y Penitencia  "La Penitencia es todo aquello que ayuda a que el Evangelio pase de la mente al corazón y del corazón a la vida."

 Papa Francisco: La conversión es una tarea de todos los días  (Homilía Santa Marta, 22 de Octubre 2015)

Catecismo nº 1435 : La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (cf Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf Lc 9,23).

La confesión se convierte, por tanto, en un renacimiento espiritual, que transforma al penitente en una nueva criatura. Este milagro de gracia sólo puede realizarlo Dios, y lo cumple a través de las palabras y de los gestos del sacerdote. Al experimentar la ternura y el perdón del Señor, el penitente reconoce más fácilmente la gravedad del pecado, y refuerza su decisión para evitarlo y para permanecer y crecer en la reanudada amistad con Él.  (Benedicto XVI, Discurso Penitenciaría Apostólica, 19 febrero 2007)



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