Misterios de Gozo al Corazón Eucarístico de Jesús


Santo Rosario en Familia


Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén


Señor mio, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quién sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocaciones de ofenderos, confesarme y, cumplir la penitencia que me fuera impuesta.
Ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y, así como lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, que los perdonareis, por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme, y perseverar en vuestro santo amor y servicio, hasta el fin de mi vida. Amén.


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra las perversidad y asechanzas del demonio.  Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tu príncipe de la milicia celestial arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.


Divino Jesús, que quieres que pidamos al Señor de la mies que envíe a ella buenos operarios, dígnate suscitar en tu Iglesia y en particular en esta diócesis muchos y santos sacerdotes, que siéndolo en todo según tu Corazón, procuren celosamente por su sagrado ministerio la gloria de tu Padre Celestial y la salvación de las almas redimidas por tu Sangre preciosa. Amén.


María, Madre amorosísima de los hombres, danos sacerdotes, danos sacerdotes santos. Amén.



ORACIÓN POR LA VIDA DEL NIÑO POR NACER

Oh María, Madre de Jesús y Madre de todos nosotros, nos dirigimos a ti hoy como Aquella quien dijo “Sí” a la Vida.
“Tú concebirás y darás a luz un hijo”, te dijo el ángel. A pesar de la sorpresa y la incertidumbre acerca de cómo podría ser esto, dijiste que SÍ. “Hágase en mí según tu palabra”.
Oh María, oramos hoy por todas las madres que tienen miedo de ser madres. Oramos por aquellos que se sienten amenazados y abrumados por su embarazo.
Intercede por ellos, para que Dios les dé la gracia de decir que SÍ y el valor para continuar.
Que tengan la gracia de rechazar la falsa solución del aborto.
Que puedan ellos decir Contigo: “Hágase en mí según tu palabra”.
Que experimenten la ayuda del pueblo cristiano y conozcan la paz que viene de hacer la voluntad de Dios.  Amén


MISTERIOS GOZOSOS
Meditados por el Papa Francisco 


1.- La encarnación del Hijo de Dios en las entrañas purísimas de la Virgen María.

“La actitud de María de Nazaret nos muestra que el ser está antes del hacer, y que es necesario dejar hacer a Dios para ser verdaderamente como Él nos quiere. Es Él quien hace en nosotros muchas maravillas. María fue receptiva, pero no pasiva. Como, a nivel físico, recibió el poder el Espíritu Santo para luego dar carne y sangre al Hijo de Dios que se formó en ella, así, a nivel espiritual, acogió la gracia y correspondió a la misma con la fe. Por ello san Agustín afirma que la Virgen «concibió primero en su corazón que en su seno» (Discursos, 215, 4). Concibió primero la fe y luego al Señor. Este misterio de la acogida de la gracia, que en María, por un privilegio único, no contaba con el obstáculo del pecado, es una posibilidad para todos”.  (Ángelus, 08/12/2014)


2.- La Visitación de Nuestra Señora a su prima santa Isabel.

Escucha. ¿De dónde nace el gesto de María de ir a su pariente Isabel? De una palabra del ángel de Dios: “También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez”… (Lc. 1,36). María sabe escuchar Dios. Atención: no es un simple “oír” superficial, sino es “la escucha”, acto de atención, de acogida, de disponibilidad hacia Dios. No es el modo distraído con el cual nosotros nos ponemos delante del Señor o ante los otros: oímos las palabras, pero no escuchamos realmente. María está atenta a Dios, escucha a Dios.
Pero María escucha también los hechos, es decir lee los acontecimientos de su vida, está atenta a la realidad concreta y no se para en la superficie, sino que va a lo profundo, para captar el significado. La pariente Isabel, que es ya anciana, espera un hijo: éste es el hecho. Pero María está atenta al significado, lo sabe comprender: “porque no hay nada imposible para Dios” (Lc. 1,37).
(Santo Rosario 31/05/2013)


3.- El nacimiento del Niño Dios en el portal de Belén

La profecía de Isaías anuncia la aparición de una gran luz que disipa la oscuridad. Esa luz nació en Belén y fue recibida por las manos tiernas de María, por el cariño de José, por el asombro de los pastores. Cuando los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento del Redentor, lo hicieron con estas palabras: «Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». La «señal» es la humildad de Dios, la humildad de Dios llevada hasta el extremo. Es el amor con el que, aquella noche, asumió nuestra fragilidad, nuestros sufrimientos, nuestras angustias, nuestros anhelos y nuestras limitaciones. El mensaje que todos esperaban, que buscaban en lo más profundo de su alma, no era otro que la ternura de Dios: Dios que nos mira con ojos llenos de afecto, que acepta nuestra miseria, Dios enamorado de nuestra pequeñez. (Homilía, 2412/2014)


4.- La purificación de Nuestra Señora y presentación del Niño Jesús en el templo

¿Y qué cosa dice san Lucas de los ancianos? Subraya que estaban guiados por el Espíritu Santo. De Simeón afirma que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel y que «el Espíritu Santo estaba en él» (2,25); dice que «el Espíritu Santo le había prometido» que no moriría antes de ver al Mesías del Señor (v. 26); y finalmente que se dirigió al Templo «conducido por el Espíritu» (v. 27). Luego de Ana dice que era una «profetisa» (v. 36), o sea inspirada por Dios; y que no se apartaba del Templo, «sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones» (v. 37). En resumen, estos dos ancianos ¡están llenos de vida! Están llenos de vida porque son animados por el Espíritu Santo, dóciles a su acción, sensibles a sus llamados…
Y he aquí el encuentro entre la santa Familia y estos dos representantes del pueblo santo de Dios. En el centro está Jesús. Es Él quien mueve todo, que atrae a unos y otros al Templo, que es la casa de su Padre.
Es un encuentro entre los jóvenes llenos de alegría en el observar la Ley del Señor y los ancianos llenos de alegría por la acción del Espíritu Santo. ¡Es un encuentro singular entre observancia y profecía, donde los jóvenes son los observantes y los ancianos son los proféticos! En realidad, si reflexionamos bien, la observancia de la Ley está animada por el mismo Espíritu, y la profecía se mueve en el camino trazado por la Ley. ¿Quién más que María está llena de Espíritu Santo? ¿Quién más que ella es dócil a su acción?  (Homilía, 02/02/2014)


5.- El niño Jesús perdido y hallado en el templo

Entre este acontecimiento y el precedente median doce años, y dieciocho pasarán hasta el siguiente. En torno a él reina el silencio que guarda la Escritura sobre la infancia, la juventud y los primeros años de la edad adulta de Cristo. Salvo lo que cuentan los Evangelios acerca de la primera infancia, no oímos nada acerca de estos treinta años. Sólo destaca un suceso: que Jesús, a los doce años, cumple el precepto de la Ley y realiza su primera peregrinación a Jerusalén. Allí se queda en el templo, sin que lo sepan los suyos, y María se angustia por su hijo. El modo como, al fin, lo encuentra -“sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles”- debe de haberle procurado una mayor zozobra, pues, al preguntarle, apenada: “Hijo, ¿por qué has hecho esto?”, recibe esta respuesta: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?”. La profunda vinculación maternal de María con su hijo es afectada aquí por algo poderoso que lo aleja de ella: la voluntad del Padre. Qué difícil esto y qué grande el desconcierto que agita su corazón lo indica la frase siguiente: “Ellos no comprendieron lo que les decía” (Lc 2, 46, 50).  (Romano Guardini)


Oración Consagración de Chile

Pronunciada en Maipú por San Juan Pablo II

 Te bendecimos, ¡oh Dios nuestro!, Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque elegiste a María, desde antes de la creación del Mundo, para ser santa e inmaculada ante Ti por el amor. En previsión de los méritos de Cristo, la redimiste y constituiste Madre del mismo Redentor. Por virtud del Espíritu Santo hiciste de Ella para siempre templo de tu gloria, una nueva criatura, primicia de la nueva humanidad. ¡Bendito seas por siempre, Señor!
¡Bendita Tú entre las mujeres, Virgen María, y bendito el fruto de tu seno, Jesús! En Ti, la llena de gracia, se refleja la bondad de Dios y el destino de la criatura humana, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos enriqueció en su Hijo muy amado, que es nuestro Hermano e Hijo tuyo, Jesucristo.  Tú, la humilde sierva del Señor, eres el modelo de los discípulos de Cristo que consagran su vida a realizar la voluntad del Padre para la venida de su Reino.
¡Santa María, Madre de Cristo, Madre de Dios y Madre nuestra! Bajo tu amparo nos acogemos, a tu intercesión maternal nos confiamos. Como Tú te consagraste totalmente a Dios, nosotros, siguiendo tu ejemplo y en comunión contigo, nos consagramos a Cristo el Señor; nos consagramos también a Ti, nuestro modelo, porque queremos hacer en todo la voluntad del Padre, y ser como Tú fieles a las inspiraciones del Espíritu.
¡Virgen del Carmen de Maipú, Reina y Patrona del pueblo chileno!  A tu corazón de Madre encomiendo la Iglesia y todos los habitantes de Chile: los Pastores y los fieles, todos los hijos de esta nación. Que bajo tu protección maternal, Chile sea una familia unida en el hogar común, una patria reconciliada en el perdón y en el olvido de las injurias, en la paz y en el amor de Cristo. Tú que eres la Madre de la Vida verdadera, enséñanos a ser testigos del Dios vivo, del amor que es más fuerte que la muerte, del perdón que disculpa las ofensas, de la esperanza que mira hacia el futuro para construir, con la fuerza del Evangelio, la civilización del amor en una patria reconciliada y en paz.
¡Santa María de la Esperanza, Virgen del Carmen y Madre de Chile!  Extiende tu escapulario, como manto de protección, sobre las ciudades y los pueblos, sobre la cordillera y el mar, sobre hombres y mujeres, jóvenes y niños, ancianos y enfermos, huérfanos y afligidos, sobre los hijos fieles y sobre las ovejas descarriadas. Tú, que en cada hogar chileno tienes un altar familiar, que en cada corazón chileno tienes un altar vivo, acoge la plegaria de tu pueblo, que ahora, con el Papa, de nuevo se consagra a Ti. Estrella de los mares y Faro de luz, consuelo seguro para el pueblo peregrino, guía los pasos de Chile en su peregrinar terreno, para que recorra siempre senderos de paz y de concordia, caminos de Evangelio, de progreso, de justicia y libertad. Reconcilia a los hermanos en un abrazo fraterno; que desaparezcan los odios y los rencores, que se superen las divisiones y las barreras, que se unan las rupturas y sanen las heridas. Haz que Cristo sea nuestra Paz, que su perdón renueve los corazones, que su Palabra sea esperanza y fermento en la sociedad.
¡Madre de la Iglesia y de todos los hombres!  Inspira y conserva la fidelidad a Cristo en la nación chilena y en el continente latinoamericano. Mantén viva la unidad de la Iglesia bajo la cruz de tu Hijo. Haz que los hombres de todos los pueblos, reconozcan su mismo origen y su idéntico destino, se respeten y amen como hijos del mismo Padre, en Cristo Jesús, nuestro único Salvador, en el Espíritu Santo que renueva la faz de la tierra, para gloria y alabanza de la Santísima Trinidad. Amén.





Te adoramos, Corazón de Jesús Sacramentado, en unión con los nueve coros de tus ángeles, que te ensalzan en el Paraíso.
Te bendecimos, Corazón de Jesús Sacramentado, en unión con las legiones de serafines y de santos que te adoran en tu solitario Tabernáculo.
Te glorificamos, Corazón de Jesús Sacramentado, en unión de amor y de reparación ferviente con María Inmaculada y Reina del cielo en las alturas, y la Soberana del cielo terrenal de tus Sagrarios… ¡Oh, sí, en unión con Ella sobre todo, venimos a cantar, Jesús, tus misericordias infinitas y a llorar tus agonías místicas, los pecados de ingratitud del mundo y tus soledades en la Hostia!…
Jesús benditísimo, no obstante tus larguezas y las maravillosas invenciones de tu ternura, no te amamos aún con la generosidad sin límites con que debiéramos corresponderte… Perdona y acepta, en compensación de nuestra frialdad, los fuegos divinos que abrasaron las entrañas y el alma de María el día de la anunciación venturosa.
Jesús-Hostia, amor de nuestros amores, vida de nuestra vida, aparta tus ojos hermosísimos de nuestros culpables desvíos, de tantas tibiezas, de tantos desmayos en nuestros propósitos de virtud, en nuestras promesas de santidad… y perdona en obsequio a la Madre, cuyo Corazón Inmaculado te ofrecemos en reparación de caridad y en homenaje de la más cumplida y fervorosa adoración.
Jesús divino, en honor, pues, de la Inmaculada, en agradecimiento a los cuidados de la Virgen, en obsequio a la encantadora Nazarena, te rogamos, Señor, que olvides los incontables olvidos de tu ley en que han incurrido estos hijos tuyos, que vienen a llorar sus faltas y las de tantos hermanos culpables en el cáliz de oro del Corazón de María.
Recoge en él nuestro llanto de arrepentimiento y prométenos reinar, Jesús, con más intensidad de fe, de amor, de humildad y de pureza en nuestras almas, en nuestras familias, en la sociedad entera, por el amor y los martirios de la Virgen Madre…

     (Padre Mateo Crawley, Hora Santa)





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